El Anticristo
No es ni hombre ni mujer. Su condición de hermafrodita lo lleva a ser uno de los personajes sublímines del centro de Santiago, y no es para menos, si a la distancia, justo cuando el letrero de José Victorino Lastarria se abre a un público variado, extranjero y alternativo, nos encontramos con él.
Entre adoquines y paredes teñidas de reclamos y súplicas, justo por la intersección con calle Merced, se encuentra El Divino Anticristo, un hombre de 43 años, de tez clara, una ponchera protuberante, y un tono de voz efusivo.
Lo acompaña su carro de supermercado cargado de publicaciones de su revista “América Alemana”, que pone a la venta a los turistas, que gracias a ellos es conocida en el extranjero, y a quienes quieran conocer el mensaje que debe entregarle a la humanidad y una vestimenta a la que Ágata Ruiz de La Prada catalogaría como carente de colores. No es para menos, si hace más de veinte años José Pizarro Cervantes, su verdadero nombre, deambula por las calles del centro de Santiago con la cabeza cubierta por un pañuelo gris o una bufanda rojo italiano.
Su condición de Anticristo se aleja del rechazo a un Ser Superior y nos explica que su nombre se debe a la cercanía con el mismo. Como Cristo está a la derecha de Dios yo estoy a su izquierda.
En ocasiones, cuando le han quitado sus pertenencias y ropajes, reconoce estar disfrazado de lesbiana y aparentar lo que no es.
La última vez que estuvo internado en la clínica siquiátrica “Normita Fournet”, le arrebataron su carro de supermercado, sus faldas y libros y al volver a la calle, más limpio y colmado de tranquilizantes en su organismo, no tenía nada y debió partir de cero. Es por eso que los vecinos y seguidores comenzaron una campaña de denuncia a los médicos tratantes de la clínica para que liberaran al Anticristo ya que era parte del barrio y todo un personaje al que no podían renunciar.
Su rol en la sociedad está jerarquizado como una empresa, en donde Dios es el gerente y tiene un hijo que no cumple bien el rol de servir y debe tener un Secretario Ejecutivo que haga bien las cosas para El en la tierra. Entonces yo como el Anticristo soy el Secretario Ejecutivo del Diosísimo.
Está al alcance de todos; de ancianos, de niños y jóvenes que pasean por Lastarria. Los productos que vende son variados y clasificados como importantes y necesarios para subsistir. Artículos como la revista De salón, una llave de agua, un fierro, algunos portarretratos, lápices rotos y sin tinta, medias tijeras y por supuesto sus textos, en dónde expone la realidad que se vive en nuestro país.
Asegura que su misión en la tierra es dedicarse a la parte espiritual, a enseñar los valores, la moral y el respeto. Yo como Anticristo soy un enviado del Diosísimo para dedicarme a las cosas materiales. Como comer, vestirme… La miseria en la que vivo es la manera de cómo me distingo del resto: vivo fuera del sistema, pero soy del sistema.
Sus historias están marcadas por la soledad de su anterior vida, por lo que hace su ex esposa, su único hijo, sus amantes, su vida como voluntario del cuerpo de Bomberos, su verdadero nombre, su denuncia contra “The Clinic” por robarle sus textos. Me han venido a entrevistar de todos lados, pero al The Clinic yo no los pesco porque son unos cochinos, unos degenerados que publican puros chistes cochinos, me roban mis publicaciones y se hacen millonarios con mi cultura.
La calle tenía una quietud distinta a los atardeceres anteriores. Su imagen ya no estaba ahí. ¿Dónde se encontraba el hombre de los gritos descontrolados y a quien más de un niño teme? La luz comenzaba a bajar y al momento en que Transantiago esconde sus carrozas, él descansaba a los pies del edificio Diego Portales, entre diarios y mantas deshilachadas. Tal vez, soñaba con comprar una nueva maquina de escribir o en la demanda de las ediciones agotadas de su revista “América Alemana”.
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