sábado, febrero 02, 2008

Esas pequeñas grandes cosas

Con la ayuda de mi abuela siempre lograba comprar un par de boletos en la estación cerca de la Quinta Vergara.
Es que cuando alcanzaba el metro de estatura, no había mejor paseo que recorrer las calles de Valparaíso, con el recuerdo de que volvería a la casa de verano en tren.

A lo lejos lo veía, sentía esa ansiedad por encontrar un asiento naranjo para mirar tranquila el mar a la rapidez de sus motores, por una ventana que solo exponía mis ojos asombrados, y mezclaba la angustia por entregarme a la velocidad que nunca ha sido mi amiga...

Cuando se detenía en la estación, no había mayor suspenso al pensar cómo saltaría para subirme a él. No había mejor momento cuando el sol encandilaba mis ojos y la voz de un imponente hombre me pedía los boletos que hasta el día de hoy guardo como recuerdo.

Sus ventanas oscuras, el correr de las personas que viajaban a diario y sentían su motor como un ruido más de la ciudad, me recuerdan el aroma del verano del 94, cuando la playa ya se había vuelvo mi máximo placer, cuando ese tren que publicitaba a Coca Cola o Carnes Darc, marcaba la mejor infancia, los mejores paseos familiares y las puestas de sol más mágicas.

Hoy reviso el baúl de los recuerdos y deseo volver a mis 9 años para sentir la ansiedad de ser feliz con esas pequeñas grandes cosas.
Texto: Caterinna Migliorelli

1 Comments:

At 7:15 p. m., Blogger javi farias said...

Que ganas de poder ser niña otra vez, sin preocupaciones, y simplemente jugar. Nada de problemas, rollos, mentiras...una vida perfecta.

Te quiero mucho amiga favorita

 

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