Una caja de dualette por favor.

El basurero de su casa tenía colgando restos de pañuelos con lágrimas involuntarias que adornaban un velador colapsado de angustia y restos de sueños, de Sunny, y de cajetillas de cigarro que quedaron ahí.
Jack y Kate la acompañaban en sus pensamientos y la hacían recordar ese condenado amor que sentía por él. Ella era una mujer alegre, con mil defectos y también cientos de virtudes con las que sabía vivir, alimentarse y también regalar por la inmensa felicidad que llevaba adentro.
Hace un par de meses era una persona más, pero hoy ella cantaba sin miedos, reproches ni parámetros, cantaba que lo amaba con la música de La Sirenita o Aladdin, cantaba en un paradero de micros con gente que nunca antes había visto, en la calle y también en un focus group.
Hoy se siente sola porque toda esa melodía se empieza a perder con las nubes que mañana llegarán y con el otoño que se aproxima. Un otoño más, y otro más.
Oye, ¿vuelve?... Te extraño,
Gritó a las paredes que la acompañaban y se fue por ahí, a una plaza sola, a pensar, a llorar con arañas pollitos y lagartijas como testigos de su dolor.
Por: Caterinna Migliorell!