Un periodismo que se forma en un columpio y grita desde las alturas de un balancín
jueves, septiembre 18, 2008
¿Y para qué?
Era una casa grande, con chimenea, ventanales y un par de rincones que dejaron de usar.
Era un jardín descuidado, por que ya casi nadie se dedicaba a sonreírle a las flores mientras florecían en primavera.
Eran 10 las suelas que diariamente dejaban manchas en una entrada reluciente y pura, pero que lentamente comenzaba a acumular, entre el polvo de sus rincones, sonrisas invertidas y nostalgia.
Era un lugar que a veces parecía como un vacío inmenso, encargado de acumular penas y lágrimas para protegerlos y mantenerlos en pie. Firmes, ilusionándolos con un futuro próspero y cargado de algo que hace mucho tiempo se esfumó.
Eran momentos difíciles, que se compartían en una cama amplia, con personas que ni siquiera se miraban a la cara para conversar, con sueños desechos en el libro más desgastado y viejo, en el lavamanos y en las toallas descocidas, con besos que solo se disfrutaban en papeles fotográficos del pasado, con almuerzos familiares llenos de risa y goce, que se veían en la memoria y el recuerdo de cada uno de sus integrantes.
¿Para qué sonreír todos los días cuando ya no hay ni unión, ni cariño y las promesas de un matrimonio perfecto son el antagonista y las lágrimas internas de sus descendientes?
Hoy se cumplen dos años desde que me di cuenta que a pesar de cualquier cosa, nunca hay que dejar de sonreír.
Existen mitos por las cosas que ocurren dentro de una cárcel cuando ingresa un reo, pero son pocas las veces en que se ha podido saber realmente si estos mitos son verdad o no. En Chile son alrededor de 150 los centros de reclusión carcelaria y 73 los que velan por el cuidado de menores de edad, en donde se experimenta todo tipo de cosas (desde jerarquías entre reos con violaciones esporádicas, procesados que cumplen el rol femenino y deben simular placer mientras son abusados, hasta cuchillos artesanales para violar y dejar moretones anales internos).
Nuestra investigación se centrará en el centro de rehabilitación juvenil del Sename Tiempo Joven, ubicada en la comuna de San Bernardo, la que fue creada en los ´90 con el fin de terminar los abusos a menores y la erradicación en las cárceles de adultos. La juventud carcelaria, aún en estos centros, es víctima de violación (entre 5 y 8 menores por patio en Tiempo Joven) y sus consecuencias llegan a ser alarmantes con enfermedades como el VIH, la hepatitis A y B, sífilis y gonorrea.
Centraremos nuestro tema en los menores de edad que están separados por 5 patios dependiendo de su condena, los cuales viven hacinados compartiendo camas, su sexo, poder, etc. Pero, ¿qué pasa con los ataques y peleas dentro de éstas cárceles, con las violaciones diarias, las jerarquías entre reos, los acusados por robo interno, los asesinos y las condenas a la que se deben someter gratuitamente cuando las rejas les dan la bienvenida?
Desde este aspecto queremos enfocar nuestra investigación periodística y así indagar en los ataques y represalias que sufren los internos a causa de su condena. La ley del silencio dentro de las cárceles trae consecuencias deplorables, sobretodo en Tiempo Joven, lugar que según la Convención Internacional de los Derechos del Niño y el Servicio de Menores, prometió en el año 1990 terminar con los abusos y permitir una vida digna para los jóvenes delincuentes.
Con impotencia, resfrios, golpes, insultos, incertidumbre, pasión, fuerzas, ánimo, riesgo y un poco de susto. Este viaje comienza, se respira con un café en la mano en una taza usada por los reos, con hojas interminables de anotaciones, con visitas al óvalo en la penitenciaria, con ropa ancha y un vocabulario masculino, con asaltos en la "buena onda", como dicen ellos, con paredes teñidas de sangre y piezas tatuadas por violaciones, con reuniones con la Pepa Valenzuela, con olores que forman parte de la vida de los reos, con familias destrozadas y un sin fin de historias que alimentarán esta tesis que ya tiene forma, fondo y color.
Soy Caterinna Migliorelli, Periodista de la Universidad Diego Portales.
Soy una fiel enamorada de mis lápices y de las cientos de ideas que andan molestando mis sueños, robando mis horas de lectura y las que me mantienen observando todo el día mí alrededor.
Si fuera por hablar un poco de mí, podría estar horas contando lo que me gusta y lo que no, es por eso que sin tanta palabra bonita, los invito a leer y criticar lo que algún día mis dedos gritaron por este teclado negro que muchas veces ha llegado a ser un muy buen amigo.
atintaypapel es como el diario de vida de cualquier quinceañera, es la eterna página que guarda historias, llantos, humor, pelas de cable y sentimientos que huelo en la calle, los que respiro en el trolebús de Valparaíso y lo que me mantiene viva, rompiendo hojas, escribiendo en boletas de supermercado y sacando punta a las ideas de mi lápiz a tinta negro, el que está medio sucio por la cantidad de ruido innecesario que ensordece la ciudad.
