viernes, abril 20, 2007

La suerte del loco inoportuno



Mentiras clandestinas

Texto: Caterinna Migliorelli


Que lastima como engañaban a esa pobre mujer que se escondía tras una máscara brillante y llena de rococó, junto a los pocos pañuelos que le quedaban para secar las lágrimas de aquél que le produjo tanto dolor.
Como hacerla entender que cada palabra, era la mentira mas falsa de caricias y consuelos lastimosos que la envolvían en un cúmulo de sospechas e insensatez.

Que lástima me dio mirar sus palabras, que esbozaban un sin fin de sentimientos bien sentidos pero con aires de grandeza, cuando iban dirigidos a un receptor malvado y decadente.
Que manos las que tenía y entre ellas, un sin fin de lágrimas escondían la pena y el desconsuelo de noches solitarias y apagadas en un desgastado vaso con alcohol.

Como hacer que entendiera que el corazón cuando ama, sufre la peor de las desilusiones cuando un engaño deambula por tu cuadra y entre pisadas en falso, derraman su pasión por otros insospechados lugares nocturnos.

Como hacerla entender que las risas que comparten, están envenenadas por la maldad y la falta de ética, por la pintura más fresca y los ojos mas nublados de falsa realidad.
Como hacerla entender que cuando te mienten una vez, no hay forma de detener ese reloj que es casi como una bomba con un cronómetro incrustado en su corazón que nunca dejará de funcionar. Porque cuando te liquidan con la vista, es esa misma la que te lleva a vivir en una burbuja de mentiras clandestinas.

lunes, abril 09, 2007

Sábanas descocidas en un burdel clandestino


Lo que su lápiz grito tras el silencio de la melancolía

texto: Caterinna Migliorelli


Y que pasó por el lagrimal de esa extraña mujer que le quitaron a despojos lo único que a su vida traía importancia… que pasó con el perro de su padre que sin pensarlo dos veces, le intentó quitar el derecho a vivir con una sonrisa plasmada en la cara y con la certeza de que afuera, nadie sufría tanto como ella.

¿Quién fue el maldito que la condenó a ser una inútil esclava de la calle, la esclava que le debía las pisadas al aire y un lagrimal cansado de tantas gotas derramadas tras la partida de sus fieles clientes por la desgastada calle que ya estaba cansada de sentir gemidos y orgasmos infieles. Quién fue la mierda de hombre que con un par de caricias convirtió su mirada en invierno y su sonrisa en un desgastado sobrevivir entre la miseria y la misma depresión de creer que la amaban y todo el amor que entregó, era el chiste mejor contado y el antagonismo hecho persona de la decencia y la dignidad como mujer.

Sus labios se acostumbraron a fruncir un beso constante, sus ojos delineados y cargados de un rimel grumoso, no perdían el deseo de escapar, pero sus constantes seducciones hacia hombres desconocidos y ardientes de pasión arrendada, la habían sumergido en un mundo asqueroso y triste. Por fuera todo era resplandeciente, pero su corazón no podía dejar la decadencia y sus manos envejecían con el tiempo. Su oscuridad no la blanqueaba ni el mejor jabón de motel y su cuerpo estaba pintado de caricias y residuos extranjeros.
El pelo, una completa mezcla de colores en degradé, la llevaron a compaginar su imagen y querer dejar de ser la Aldonza que todos conocían. Su vida se había sometido al sexo y el alcohol descontrolado, a la estafa pura y el querer tenerlo todo a como de lugar.

Como una psicópata en serie mato sus sueños, sus deseos más ocultos y mató cualquier cercanía que alguna vez haya tenido para y por amor.
Esos amores perros que llegan y se van sin compasión de tu lado.
Amores perros que lo consiguen todo y no recuerdan nada
Amores perros que por más que luchan, su lucha se la come Hitler
Amores perros que su soledad la visten de azul e intentan opacar lo que entregan en sus sueños y no concretan en tierra.
Amores perros que mataron su conciencia y desaparecieron la imaginación.
A esos amores perros que ya no existen y mataron su virginales pensamientos.


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