miércoles, agosto 23, 2006

World Press Photo



Muertes, degollamientos y sonrisas apagadas

Colores y sombras: la entrada a una muerte en vida por desastres naturales

Desde el 4 de agosto se está exhibiendo en el centro cultural de Las Condes el World Press Photo, iconografía periodística pura, con las imágenes más devastadoras del sufrimiento humano, provocadas por las catástrofes naturales vividas el año pasado alrededor del mundo.
Texto: Caterinna Migliorelli

Sonrisas forzadas, llantos oscuros y un sin fin de lágrimas acumuladas en un papel fotográfico, son los sentimientos que rescataron los 64 fotógrafos galardonados por el World Press Photo. Las imágenes que muestra el Centro culturas de Las Condes, mezclan entre sus matices, el dolor de cientos de protagonistas del Huracán Katrina tras la destrucción y la muerte de más de 1420 personas en Nueva Orleans en agosto del año pasado. Un niño aferrado al pecho de su padre muestra entre sombras y colores opacos, la valentía y el dolor de un pequeño, de no más de 6 años, que crece en una burbuja de guerras, destrucción y muertes, en donde el hambre y la desnutrición se hacen presente recordando una vez más, que el ser humano está lejos de aprender a solucionar problemas con sus rivales mediante el diálogo y alejado de las armas y bombas que terminan en una guerra desenfrenada y sin solución.

Es probable que mañana, cuando todo se haya desmontado en la galería de la zona oriente y las fotografías de Tomás Munita se guarden en una caja de embalaje con destino a Canadá o Francia, olvidemos el peso que tiene el fotoperiodismo en la comunicación. Es gracias a este instrumento que podemos tocar las puertas de otro continente, en donde se llora cada 15 minutos la muerte de un niño indefenso que tuvo que pagar un error mal enmendado, en dónde las calles se colman de cadáveres putrefactos y los perros, sin compasión, pueden saciar su hambre con los trozos de vida que se esparcen entre cuadras y escombros, sacudidos por un nuevo ataque, para ejercer presión sobre familias y huérfanos hombres que no tienen como defender sus ideales.

La bomba se escucha, el polvo de la sequía tiñe de café el vientre de una madre esperando a su hijo, los niños corren por una calle desolada y los gritos de desesperación, ahogan de incertidumbre a los hospitales y enfermeros clandestinos que ayudan en las esquinas bombardeadas. La bomba se acerca y la madre que encuentra a su hija, luego de unos minutos, no logra conciliar la calma al verla muerta y mira al cielo pidiendo la justicia que las autoridades robaron hace años.
El foco capta una mano desnutrida que lentamente se apoya en el flash y registra el instante idóneo en dónde la maldad, la falta de alimentos y hospitalidad, terminan con la vida de un lactante rodeado de incógnitos personajes que lloran su muerte y piden justicia divina para acabar con el terror.

Ojala se terminara el afán de dar premios y buscar los mejores pixeles que luego de un año, entretienen y son el panorama ideal para la familia o un grupo de amigos el domingo en la tarde. Ojala no vendieran libros con las fotografías periodísticas más impactantes del año anterior y ojala, los $15.000 del libro coloreado que se ve reluciente en la mesa de centro de cualquier living, dejara de existir. Pero es triste, porque la guerra, el hambre y la injusticia, son realidades que se respiran día a día y querer omitirlas es fácil, pero borrarlas de una historia, es simplemente imposible.

domingo, agosto 20, 2006

Boulevard Lavaud: un encanto de Yungay



Capuchinos y tostadas junto a Dalí y Monet

La hora del té en el pasado

Una mezcla perfecta entre antigüedades, aromas y colores pintorescos, es lo que presenta la reconstrucción del antiguo edificio de la Peluquería Francesa.

Texto: Caterinna Migliorelli
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Vinilos, discos empolvados, cuadros expresionistas y una agradable melodía, reciben diariamente a cientos de visitantes que buscan tranquilidad y un ambiente diferente, elegante y sutil con las coordenadas del pasado.
Es el Barrio Yungay. Un sector fundacional, sin antejardines y con fachadas continuas, el que luce, entre las calles Compañía y Libertad, la peluquería más visitada por artistas, políticos y turistas buscando un vestigio chileno.
Un salón ambientado con antiguas sillas para cortes de pelo y barba con técnicas de paños calientes y navaja al estilo francés, espejos, televisores en blanco y negro, antaños muebles y fotos de artistas olvidados en el tiempo, hacen de éste, un lugar lleno de recuerdos.
Como suplemento de la peluquería, se encuentra el Boulevard Lavaud, un restobar cautivante, poético y acogedor que logra atrapar los años entre sus paredes y techos altos que esconden secretos, colores y gran variedad de antigüedades.

“Todo lo que ves acá está a la venta. Si te sientas en la mesita de vidrio a tomar un pisco sour y crees que quedaría bien en tu casa, solo me avisas y te la llevas”, cuenta un mesero. Y eso es lo novedoso: la venta de antigüedades más cercana al público. Acá todo es palpable, solo basta con dar un recorrido y descubrir la gran variedad de mesas, cucharas de plata, anteojos desgastados y fotografías que guardan recuerdos de Marilyn Monroe, justo en la división del estrecho pasillo que une el primer piso con una larga escalera que llega a la segunda ala del edificio.
Documentos que presentan la antigüedad de la peluquería, escritos de don Emilio Lavoud, dueño de la construcción, y boletas del año 1900, preparan a cada visitante a recorrer el pasado por medio del arte, la sencillez y la comodidad.
En el segundo piso, un par de mozos dan nuevamente la bienvenida invitando a conocer el lugar, “busca que las antigüedades te hablen y puedas descubrir la poesía que hay acá”- dice Francisco Manzor luego de sacudirse las manos y sacar el polvo de una lámpara que tiene que entregar a una clienta.

Cada habitación conserva platos viejos, triciclos descascarados, bicicletas rotas, sillones desgastados y mesas de pino oregón en donde se puede pasar un rato agradable junto a cuadros de Dalí o Monet, tomando un café o comiendo lo que ofrece el local: quiches de pollo, jamón, salmón, palmitos y kamikama, ensaladas, carpaccios de filete de res y de queso cabra. También tiene postres artesanales como el tiramisú. La carta de café presenta el tradicional París con helado de vainilla, el mascciatto, el capuchino y el cortado además de una lista de té importados. Su oferta de tragos y vinos no es muy extensa, sin embargo, ofrece varias preparaciones como “los crepes de verduras” y “la tarta de alcachofas”.

- Es un lugar diferente, en donde puedes tomar once mezclando sensaciones y aromas con el pasado” comenta Romina Masia, una turista italiana.

El Boulevard Lavaud no es sólo un lugar más de comidas, sino un punto de encuentro para aquellos que buscan entretención y propuestas distintas donde se conjuga en un sólo sitio la historia de un barrio, la buena cocina, el arte y la oportunidad de adquirir muebles, adornos y curiosidades.


Una tradición que se mantiene hasta nuestros días. La inconfundible Peluquería Francesa, que partió siendo el lugar de encuentro de vecinos del barrio, quienes acudían a cortarse el cabello y rasurarse, hoy expandió el negocio y marcó su territorio al demostrar que la elegancia y la tradición, todavía están vigentes en el tiempo. El Boulevard Lavaud
combinó pasado y presente, proyectándose en el futuro como un hito cultural y artístico.

viernes, agosto 18, 2006

Peluquería Francesa: una tradición de generaciones



A la francesa en Yungay
texto: Caterinna Migliorelli
Un calor intenso se apoderó de mi frente y al observarme en el anticuado espejo, supe que faltaba poco. Abrí los ojos con furia y al notar que me sentía ciega y discapacitada por el lado derecho, accedí a que su mano tomara la herramienta que me cambiaría el horizonte de vida.
Cada "crac" que escuchaba, me hacía retumbar la conciencia al ver como caían cientos de sus restos y yo, sólo pedía un pegamento que los devolviera a su lugar... Cerré los ojos y mi cabeza cayó moribunda para más tarde sentir que todo era distinto.
Ahí están hoy, con el viento crudo de Quinta Normal, entre escombros y restos de comida del Boulevard Lavoud.

jueves, agosto 17, 2006

No es ser cuentista, es romper los esquemas que cansan mis párpados y aburren el entendimiento. El Nuevo Periodismo hoy.

¿Porque contar, contar y contar como una maquina de escribir antigua y llena de polvo que nos impide ver más allá de las palabras y transportarnos por la línea del tiempo sin tabúes ni engaños? Mejor recorto las palabras añejas que cansaron a los fieles lectores de los medios de comunicación y los ahogo de historias, de personajes y de sentimientos reales, que se palpan y se ven en la esquina de tu casa, en un paradero de micro y en la pena del que llora la pérdida del respeto y la tolerancia.
Qué pasó por la cabeza del asesino y cómo terminó con la vida de toda una familia a sangre fría? No se ustedes, pero yo... alusino con pisotear la formalidad y darle el sillón privilegiado a las buenas historias y los buenos cuentistas, que hablan de la baja de cesantía en la comuna de Pudahuel, en lo que soñó Spiniak antes de recibir los 5 años y 1 día de condena y en cómo terminó la vida del último ganador de Quién quiere ser millonario.
Bienvenidos y si no les gusta, sólo estan a un clic de cambiar la historia... o de cegarse a la realidad que no todos cuentan...
Muerte al que mató los quincenales de Fibra y cortó el color de esas gruesas hojas que contaban, relataban y llenaban de ilusión el cambio de un oficio que necesita de nuevos y prósperos horizontes...
Caterinna Migliorelli


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