sábado, febrero 12, 2011

Bitácora de un adiós

Ayer me hice la dormida para que saliera, como lo hace de costumbre, al patio a descansar. Mirarlo por la ventana mientras las hojas de los árboles se mueven, me provocó un poco mas de nostalgia que la que estaba sintiendo. Es que ya está flaco, más flaco de lo que siempre ha sido, y su cansancio es evidente.

Fue un viernes después del trabajo en que decidí almorzar con él. Me tenía preparado arroz con hamburguesas, ensaladas y un gran trozo de sandía para el postre. Me hablaba de cientos de cosas, de aventuras y copuchas de mi abuela, pero su voz se escuchaba a lo lejos porque mi concentración se enfocó en su mirada, en sus labios oscuros, más oscuros de lo habitual, y en cómo respiraba. O cuánto, tal vez.


Luego de terminar nuestra conversación se fue al patio a llenar sus pulmones de aire nuevo, a conversar con su jardín de ensueño, a mecerse en su silla favorita y escuchar el canto de los pajaritos que quedaban dando vuelta, porque hacía frio. Mucho frio hacía ayer.


Un par de horas más tarde salí a comprar dulces, porque mi adicción a ellos es algo crónica, pero me gusta compartirla con mi tata. Busqué chocolates, todos los que pudiera comprar y los metí en una bolsa que sellé con una rosa morada. Sabía que le iban a gustar.


Volví a la casa rápidamente y le dije. “Tata, te traje un regalo” y sus ojos se llenaron de lágrimas. Rompió la bolsa como un niño de 7 años y sonrió, pero su sonrisa sólo duró unos minutos porque luego, lentamente me miró a los ojos y con la voz entrecortada me dijo... “no sabes cómo te voy a echar de menos cuando ya no esté aquí”.


Me quedé callada y una inmensa lágrima cayó por mi mejilla y no pude decir absolutamente nada. No sonreí, no caminé, no lo abracé. Me quedé quieta con la lágrima que caía lentamente, sin control, la que me dejó pensando hasta ahora…porque tal vez en el minuto no le dije nada, pero la respuesta la encontré hoy, cuando me di cuenta que jamás tendrá que echarme de menos, porque la muerte no es tan dramática cuando existe amor de verdad.


Tatita, algún día te leeré todo lo que he escrito para ti, pero espero que antes de que te vayas, sepas que entre tú y yo, jamás existirá una barrera, porque estaremos juntos por siempre.


Tu muerte nunca nos separará. Porque a pesar de todo, sé que el dolor es inmenso, porque nunca antes me había tenido que empezar a despedir de un ser tan querido, pero soy más grande, soy más mujer y sobretodo, tengo la fuerza para sonreírte más adelante mirándote al cielo.








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