miércoles, mayo 19, 2010

Tontas re tontas

Las mujeres somos brutas. Y no es porque los hombres sean más inteligentes que el sexo femenino, para nada, solo que nosotras simplemente no sabemos (o nos cuesta mucho) manejar el sexto sentido que tenemos, o tal vez simplemente llegó atrofiado cuando lloramos en un hospital completamente desnudas al nacer.

Es que es simple. Nuestras mamás querían que el médico que nos trató durante 9 meses en la guata fuese un hombre, ¿y qué pasó? Ese inepto nos mandó el mejor palmazo en el trasero para que respiráramos al nacer. Un bruto que no sabe tratar una mujer. Y si era una mujer la que nos sacaba de ese microespacio donde nos gestamos, era una fémina maltratada por los hombres y de seguro despechada, que se puso feliz porque ahora el dolor lo teníamos nosotras.

Crecimos en un sociedad que nos ha metido en la cabeza, toda la vida, que el hombre es el que tiene que llamar, el que nos tiene que invitar a salir y el que tiene que abrir la puerta del auto para que nosotras digamos “si, es un hombre cortés y vale la pena”. Pero la realidad es otra.

Hombres como los de las películas de Disney no viven en este planeta. ¿Acaso creen que La Cenicienta no tenía que servirle desayuno en la cama a su príncipe después de dos años de matrimonio?, ¿O se les pasó por la cabeza que Tritón, el papá de Ariel, no le dijo antes de que se fuera del mar que una mujer tenía que estar para lo que su esposo necesitase en el futuro?. Machistas. Eso es lo que son. Unos verdaderos sacos de ave revuelta, que al final son siempre lo mismo.

Los hombres creen que porque les das un beso te tienen ahí. Te pueden llamar cuando ellos quieran, cuando se acuerden de que existes, de que eres alguien gastando luz y agua en este mundo. Pero nosotras somos tontas y bien tontas. Juramos que porque nos pidieron nuestro número de celular, los insectos caen rendidos con nuestros encantos.

Hoy creo que nosotras, al igual que ellos, deberíamos tener un corazón de fierro para que nada nos mueva ni un centímetro del piso y sigamos nuestra vida aceptando que muchas veces la única respuesta a un comienzo de relación es que simplemente el no te quiere.



miércoles, mayo 12, 2010

Una zurda de tomo y lomo

Hace tiempo que no me detenía a escribir. Tal vez porque estaba juntando melodías de canciones cebolla para inspirarme en este momento, tal vez porque mi cabeza andaba enamorada por ahí, o quizás, y es lo más probable, es que mi mano izquierda haya estado averiada por las tantas veces que choco con la puerta, porque me caigo sin explicación o porque simplemente las palabras no se unían en el hemisferio zurdo de mi mate. Es que soy zurda y eso me hace un poco diferente al resto de los humanos.


Ayer cuando me junté con mi primo a conversar de las cosas locas de la vida sentí por primera vez que era discriminada. Ya bueno, no por primera vez, pero tal vez lo asumí. Me subí a la D15 para bajarme en la puerta de Starbucks de Príncipe de Gales y qué pasó… la cajita para pasar la Bip estaba al lado derecho… me tupí entera. Me costaba algo tan simple como cambiar la tarjeta de mano y listo.


Después de un par de conversaciones volví a mi casa frustrada. No existe un cuchillo en esta casa para mí. ¡Claro! Todos tienen el filo para el otro lado y yo me tengo que comer la carne de una manera grotesca. Las puertas se abren con la mano derecha ¿y cómo las abro yo? De una manera muy morfa. En el colegio las tijeras no eran un tema. Tal como aprendí a comer, aprendí a usar una de esas para hacer regalitos del día de la madre con papel lustre.


El lápiz grafito estaba condenado a ser estrangulado por un aparatito amarillo que me decía cómo tomarlo. El cuaderno lo uso un poco chueco porque los espirales no son mis amigos, el saca corcho, el reloj, el sacapuntas, la guitarra, el tip-top. Ahora me pregunto ¿porqué mi mamá le habrá prohibido a la tía del jardín que me amarrara la mano cuando era un piojo chico? Caterinna, es simple, dice ella, porque si naciste así crecerás así y nadie te molestará. Además eras y serás siempre un piojo zurdo que se anda tropezando por ahí sin vergüenza alguna.


Es verdad. Total por más porrazos que me pegue, seguiré siendo igual de zurda hasta el día que me llamen para juzgar las estupideces que hice zurdamente en tierra. Por lo menos sigo siendo feliz.


Texto: Caterinna Migliorell!

o Lucrecia de la Mancha





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